martes, enero 26

A LOS SESENTA AÑOS DE UN ENIGMA: Benito López Franco “el soldado de los milagros” un falso suicida

Heraldo de Aragón 24 enero 2010

Evocaciones zaragozanas (39)

JUAN DOMÍNGUEZ LASIERRA

A LOS SESENTA AÑOS DE UN ENIGMA

Benito López Franco “el soldado de los milagros” un falso suicida

Murió en Melilla un 17 de enero de 1950, en circunstancias aún sin aclarar

Natural de Cetina conoció a Imperio Argentina en el rodaje de ‘Nobleza Baturra’

Cuando Benito López Franco, soldado del Regimiento de Infantería 52, en Melilla, se despertó aquella mañana del 17 de enero de 1950, tal vez intuyo que las amenazas, más o menos veladas, que desde hacía unos meses estaba recibiendo se iban a hacer realidad en las próximas horas. Era, como decían en su pueblo. Cetina, un palpito, una sensación incómoda que ni le abandono en el momento de la ducha, ni cuando se vestía el uniforme, ni durante el desayuno.

Ya hacía tiempo que no salía del cuartel, que le había abandonado su sonrisa de siempre, su espíritu jaranero, sus ganas de-cantar. Estaba sometido a presiones por uno y otro lado, y no sabía cómo salir y otro lado, y no sabía cómo salir circunstancias le iban a favorecer. Porque al cabo de una semana se iría con permiso a su pueblo, y después ya no volvería a Melilla, puesto que había sido destinado a Madrid, una decisión militar que tal vez, lo pensaba y repensaba en sus horas de inquietud, era fruto de aquellas presiones que últimamente se hacían más patentes.

ALMA DE ARTISTA

Era un alivio salir de Melilla, y eso que la ciudad le gustaba, y lo había acogido con enorme afecto. Su, buena planta, su simpatía, y el hecho de cantar como los ángeles, lo mismo la jota que la zarzuela, le habían abierto las puertas del Casino Militar, donde solía actuar en las fiestas de los oficiales, y donde había conocido a la que, sin duda, era la fuente de todos sus problemas. Una joven, demasiado joven tal vez, hija de un oficial, que se había enamorado de él con la ceguera de su extremada juventud. Por un lado estaba ella. Por otro, el padre de la joven, que a toda costa quería impedir aquellos amores locos, y de donde procedían, era de suponer, esas amenazas y presiones. Más aún cuando su joven enamorada le confesó su decisión de irse con él a Madrid.

Aquella mañana del 17 de enero, si después de una noche de sueños inquietos, Benito estaba trabajando, como cada día, en la enfermería del cuartel. Era ayudante del comandante médico, y acaba de poner un par de inyecciones a unos compañeros de mili. Salió al patio a respirar un poco de aire fresco. Miró al cielo, que estaba luminoso, y pensó en el de Cetina, en que dentro de unos días miraría de igual forma, aunque con otros sentimientos. Pensó en sus padres, sus hermanos, sus amigos…, en cantar por los escenarios de España. Aquel ofrecimiento de Imperio Argentina, tras oírle cantar, de llevarlo con él en su compañía, cuando la ‘estrella’ se alojó en el hotel del Balneario de Alhama, cercano a su pueblo, donde él trabajaba de pinche de cocina. Pero aquellas radiantes ilusiones, que mantenía fervientemente en su corazón, estaban ahora nubladas por su inmediato problema. Sintió un escalofrío cuando, en el solitario patio, aparecieron aquellos tipos. Tan de repente, tan sin pausa, que ni tuvo tiempo de reaccionar. Puñetazos, patadas, insultos. Por el golpe terrible que recibió en el brazo derecho supo que la cosa era seria. Que las amenazas que había recibido no eran en balde, que sus peores temores se confirmaban. Y ya no supo más Tal vez se había caído y su cabeza había tropezado con algún bordillo. Tal vez recibió directamente el golpe mortal de uno de aquellos sicarios.

ENTIERRO CIVIL

Al cabo de unas horas, alguien descubrió su cadáver colgado de la cadena del váter en el baño del botiquín y al día siguiente, sin autopsia, sin informe forense, con sus restos metidos en una bolsa, sin más sudario que sus calzoncillos, fue enterrado en tierra civil, con una ligera capa de cemento encima de la tierra, en el cementerio de Melilla. En el archivo del camposanto municipal existe un documento que dice: “Niégase la sepultura en Sagrado al cadáver del soldado Benito López Franco por no constar nada en contrario a esta Vicaría sobre el suicidio intencionado de la víctima. Melilla, 18 de enero de 1950. El vicario-arcipreste J. Antonio Segovia, Rev. Sr. Capellán del Cementerio de la Purísima Concepción.” Es el único documento conocido sobre su muerte. De cómo el joven cetinero Benito López Franco llegó a convertirse en el “soldado de los milagros” es otra historia.

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