jueves, abril 1

Blog de Gervasio Sánchez Los desatres de LA GUERRA: 73 años de espera en Aragón

http://blogs.heraldo.es/gervasiosanchez/ Una digna exhumación tras 73 años de espera. Es lo que ocurrió el viernes en Cetina, una localidad aragonesa situada a 130 kilómetros de Zaragoza, donde fueron exhumados doce vecinos de Torrijo de la Cañada, fusilados en noviembre de 1936. La mayoría eran miembros de la Unión General de Trabajadores, algunos con cargos públicos en el ayuntamiento. Un equipo formado por siete arqueólogos españoles, una antropóloga forense argentina y varios voluntarios de la Asociación por la Recuperación y la Investigación Contra el Olvido (A.R.I.C.O.) trabajó durante una semana hasta conseguir recuperar los restos enterrados a más de metro y sesenta centímetros de profundidad. Hace dos años A.R.I.C.O. se puso en contacto con algunos de los familiares con el objetivo de documentar los hechos. Gracias a una subvención de Vicepresidencia de Gobierno de 38.500 euros pudieron iniciar los trabajos de localización del lugar exacto donde se produjo el el entierro ilegal. “Ese dinero ha servido para financiar el largo proceso de búsqueda. Tuvimos que alquilar un georadar que verificase si se había producido excavaciones o movimientos de tierra en el pasado, contratar al equipo arqueológico, buscar los alojamientos y ponernos en contacto con el laboratorio que se va a encargar de las identificaciones de los restos”, explica Santiago Carcas, presidente de A.R.I.C.O. Después de la ejecución varios vecinos de Cetina fueron obligados a cavar la fosa. “Hay dos tipos de enterramientos: uno metódico como éste con los cuerpos alineados, boca arriba y tratados con respeto, realizado por personas ajenas a los crímenes; y un segundo tipo en el que fueron arrojados al fondo de la fosa de cualquier manera y aparecen superpuestos. Cuando los verdugos estaban presentes se solían producir inhumaciones muy bárbaras”, explica el arqueólogo César Regalado, que ha trabajado en media docena de fosas relacionadas con nuestra guerra. Por suerte el dueño de la finca nunca se opuso a la exhumación y ayudó a rastrear el lugar. “Tú a labrar como sino hubiera pasado nada”, fue la orden que recibió un antepasado del dueño actual cuando preguntó a las autoridades locales. El terreno, situado a 300 metros en línea recta de la autovía que se dirige a Madrid, no ha dejado de dar cosechas desde entonces, Antonio Cortés, de 50 años, es uno de los voluntarios que ha acudido cada día a ayudar en la excavación. “Mi padre Francisco Cortés fue obligado a cavar la fosa cuando tenía 15 años. Desde pequeño siempre me dijo que aquí habían enterradas doce personas, una cifra que coincide con el número encontrado”, explica Antonio, partidario de exhumar todas las fosas que hay en Aragón y en el resto de España. Durante la semana que ha durado la exhumación no se ha presentado ninguna autoridad autonómica. “El gobierno de Aragón no es partidario de exhumar. Sólo quiere poner monolitos recordatorios. Me temo que esta va a ser la última exhumación porque existe un desinterés generalizado”, dice con amargura Santiago Carcas. Domingo Pacheco, alcalde de Torrijo de la Cañada, afirma que la exhumación no ha provocado ninguna polémica en el pueblo. “Es verdad que algunos piensan que se deberían quedar aquí. El ayuntamiento ha cedido a las familias un terreno en el cementerio para que puedan enterrar los restos al acabar el proceso de identificación”, aclara mientras sigue con interés el trabajo de los arqueólogos. Serán los primeros 12 fusilados que regresen al pueblo de los 33 que hubo entre el 14 de septiembre y el 30 de diciembre de 1936. María Luisa Martínez Cid no deja de mirar los restos alineados con un orden exquisito. Como si buscase alguna señal que le permitiese reconocer a su tío Antonio Cid, fusilado con 30 años. “Desde que abrí los ojos recuerdo a mi tía y a mi madre de luto. Estoy feliz porque los hemos encontrado. Hemos decidido enterrarlos juntos. Es lo lógico después de 73 años compartiendo la misma fosa”, declara emocionada. Esther Ripoll, arqueóloga residente en Zaragoza, trabaja por primera vez en un fosa de fusilados. “En una exhumación romana o visigoda todo es más lento y frío porque lógicamente las familias directas no están presentes”, comenta la joven que ha participado en media docena de excavaciones muy antiguas. La arqueóloga cordobesa Azahara Martínez afirma que es muy emotivo “sentir el abrazo de los familiares” y considera que trabajar en una fosa “es como viajar en el tiempo”. La argentina Amelia Barreiro asegura que “el dolor de los familiares es similar en todas partes por muy diferentes que sean los contextos o las culturas”. Cuando en Argentina se topaba con víctimas de su misma edad pensaba que ella “podría haber acabado de la misma manera si hubiera vivido los años más turbulentos de la historia de su país. “Es como si te exhumases a ti misma”, confiesa. Antes de recoger los restos José Antonio Cid, portavoz de los familiares, dirige unas palabras a los presentes: “Vamos a reparar una deuda histórica y vamos a devolverlos a su pueblo natal. Por fin van a descansar en paz”. Javier Ortiz, jefe del equipo de arqueólogos, explica que todos tienen impacto de bala en la cabeza y que se han encontrado casquillos de proyectiles utilizados en aquella época en la zona removida. Es muy probable que fueran ejecutados a unas decenas de metros. Los restos encontrados pertenecen a personas cuyas edades varían entre los 22 años y los 64 años. “Cetina es muy simbólica porque se trata de mi última fosa. Ya es tiempo de descansar después de nueve años consecutivos trabajando en sesenta fosas a lo largo de todo el país”, agrega al final de su alegato. En apenas tres horas el equipo exhumador saca los 12 cuerpos hueso a hueso, los envuelven en papel de periódico y los embalan en cajas individuales de cartón que numeran según el orden de enterramiento. Serán llevados al laboratorio Palaolab de Valencia donde serán analizados durante dos semanas. Tres centímetros de fémur y dos molares de cada uno serán suficientes para extraer el ADN y cotejar los resultados con las muestras sanguíneas de los familiares. Los restos serán guardados provisionalmente en un nicho del cementerio de Cetina hasta que se puedan realizar la inhumación definitiva en el mismo pueblo del que salieron vivos hace 73 años.
FOTO: A.R.I.C.O.

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