jueves, junio 11

Castillos y castellanos

EN SACO ROTO
Juan Dominguez Lasierra
Heraldo de Aragón
Lunes 8 Junio
En Cetina, mi amigo Pedro Mancebo me lleva a ver el castillo-palacio de la localidad, famoso porque allí se casó Quevedo, aunque su estancia en el impresionante edificio solo durase tres meses, suficientes para que escribiera el genial escritor ve alguna obra. Prueba de que las delicias conyugales con la señora del castillo no le distrajeron excesivamente. Lo visitamos en compañía de su propietario, Manuel Bello.
En Trasmoz, este pasado sábado, Manuel Jalón y Maite Ubide me invitan a visitar la mágica fortaleza, dueña de antiquísimas referencias históricas y de estremecedoras leyendas. Ser dueño de un castillo en trance de extinción, o con notarias ruinas, tiene más de altruismo que de sentído de la posesión. Es como adoptar a un niño abandonado, desvalido, enfermo, y poner en él todo el empeño para hacerlo sobrevivir. Aunque sepas que nunca se recuperara del todo, que siempre quedará con secuelas irreparables.
En el castillo de Cetina, o de Quevedo, en reconstracción desde hace años, solo ha podido ponerse en pie con toda dignidad la torre del homenaje. También en Trasmoz, la torre se alza orgullosa y reparada. Desde su altura se extiende un espectacular paisaje desde el que se divisan unos cuantos de aquellos viejos reinos que ahora llamamos autonomías. Pero mientras la fábrica de Cetina muestra grandes zonas con reparaciones sin terminar o mal hechas -y bien que se queja Bello por la falta de generosidad del Gobierno aragonés, que ha paralizado obras con grave riesgo de hundimiento-, el de Trasmoz, que no conserva ya sino la torre y la muralla que circundaba el castillo, tiene un aspecto de digna ancianidad que proclama que hay que dejar la cosa como está, aunque aún presente lienzos de muro con huecos necesitados de reparación.
He disfrutado mucho de las dos visitas. Impresionante, eso sí, porque es estancia única, la capilla llamada de Quevedo -allí se casó el escritor-, con un retablo gótico espectacular, que está pidiendo a gritos su restauración o nos quedaremos en cuatro días sin él. Está avisado quien deba actuar.
Cuando volvemos de la visita, me dice Jalón que no es éste el único castillo que ha comprado. —Tenía otro, que lo regale al pueblo.
Ya ven que no es sentido de la propiedad lo que guia a estos compradores de castillos.

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